VanBaalen Caos de las Sectas Testigos

Van Baalen Caos de las Sectas Testigos de Jehová, Espiritismo, astrología, teosofia, ciencia cristiana, Rosacruz, mormonismo, adventismo, unitarianismo.




EL CAOS DE LAS SECTAS
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
Por J. K. Van Baalen

En esta magna obra sobre las sectas Van Baalen nos presenta 12 capítulos sobre varias sectas y unos sobre el tema en general. Las sectas que se trata son Espiritismo, Astrología, Teosofía, Ciencia Cristiana, Rosa Cruz, Mormonismo, Adventismo, Testigos de Jehová, y Unitarianismo. Hay una introducción, y dos capítulos más, el modo de comportarse las Sectas, y las facturas impagadas de la Iglesia.

Nota del editor de la versión para módulo TheWord, David Cox, Esta versión del libro no es lo mismo de versiones más modernas. Hay más capítulos en versiones más modernas.

T.E.L.L.
941 Wealthy St. SE
Grand Rápids, Mich. 49506, U.S.A.
PREFACIO DE LA CUARTA EDICIÓN CORREGIDA Y AUMENTADA

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CONTENIDO

1. Introducción.
2. El Espiritismo.
3. La Astrología.
4. La Teosofía.
5. La Ciencia Cristiana.
6. La RosaCruz.
7. El Mormonismo.
8. El Adventismo del Séptimo Día.
9. Los Testigos de Jehová.
10. El Unitarismo Moderno.
11. Modo de Comportarse con los Miembros de las Sectas.
12.. Las Facturas Impagadas de la Iglesia.
Bibliografía.

LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ
Bosquejo Histórico
Organización y Propaganda.
Posición de los Testigos ante las Transfusión de Sangre.
Doctrina.
Conclusión Práctica.
Preguntas.
______________

El origen de la teología de Russell, Rutherford y Knorr, y especialmente su escatología, está en el adventismo del séptimo día. Afirmábamos esto ya en la primera edición de la presente obra, en 1929, afirmación que rechazó vehemente LeRoy E. Froom; y desde entonces ha venido siendo con-Ilimada por Lehman Strauss, F. E. Mayer y E. C. Gruss.

Charles Taze Russell, perturbado por la instrucción doctrinal recibida, acerca del castigo eterno, en conformidad a teología presbiteriana de Escocia e Irlanda, se «convirtió» a la doctrina de los adventistas, y se unió a ellos. Tiempo después surgieron diferencias de interpretación bíblica, en especial sobre el modo y propósito de la segunda venida del Señor, bien que la cronología permaneció intacta. Russell 1 colaboró estrechamente con el adventista N. H. Barbour, y juntos publicaron un libro. Un año más tarde (1878), ‘c separaron a causa de sus divergencias sobre la expiación. Russell entonces (1879) dio principio a su Zion’s Watchtower and Herald of Christ’s Presence (La Atalaya de Sión y el Heraldo de la Presencia de Cristo).

Como fuentes del russellismo, Gruss, además del adventismo, añade ¡as siguientes: arrianismo, socinianismo, swedenborgianismo, unitarianismo y cristadelfismo. Similarmente algunos de los primeros investigadores del mormonismo mantuvieron que dicho sistema era un compuesto de cristianismo, judaísmo, mahometismo, fetichismo, budismo, maniqueísmo, comunismo, etc. El autor de la presente obra, sin embargo, pone en duda que los primitivos líderes de los mormones y de los testigos poseyeran la suficiente base teológica como para realizar semejante plagio. Antes al contrario, prefiere creer que, después de todo, Satanás y sus «huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12) son de finito, es decir, limitado genio inventivo. Contra las enseñanzas de la Escritura, es obligado que recurran de vez en cuando a los mismos errores y herejías.

En el curso de su octogenaria historia, los testigos han cambiado considerablemente sus doctrinas, basándose —dicen— en una «revelación progresiva» que sirve para arrojar nueva luz sobre la conclusa revelación de la Escritura. La concepción ortodoxa de una revelación progresiva se define como la progresión que se echa de ver desde el Génesis al Apocalipsis: el capullo de rosa se convierte, poco a poco, en una flor plenamente desarrollada. Sobre semejante «revelación progresiva» de los testigos, Gruss dice que «casi toda ella es eminentemente subjetiva». W. J.




1 Schnell declara por su parte que «como fiel creyente en la luz progresiva y buen testigo de Jehová, he observado que la revista La Atalaya ha cambiado nuestras doctrinas, entre 1917 y 1928, por lo menos ciento cuarenta y ocho veces».

2 El mismo Russell dice sin ambages que sería mejor leer sus seis volúmenes de Estudios sobre la Escritura, que leer la propia Biblia.

3 A pesar de eso, posteriormente calificó de «inmaturos» a algunos de sus primeros escritos.

La Iglesia primitiva, consciente de que la inspiración se terminó con el Apocalipsis, y expectante en la iluminación del Espíritu Santo, fue más paciente y reflexiva en la formulación de las doctrinas de la Escritura; cosa que, una vez hecha en la proclamación de grandes Credos, no fue alterada después.

Podemos decir aquí que cuando se atribuye carácter de inspirados e infalibles a documentos puramente humanos, el resultado invariable es que éstos remplazan y sustituyen a la Escritura.

Esto es lo que ha sucedido con la «tradición» católico-romana, el «Libro del Mormón», y la Science and Health with Key to the Sriptures; y es el argumento que explica la inagotable literatura rusellista, que no da oportunidad alguna a que los testigos lean la Biblia con la más mínima independencia. Un buen testimonio de este «lavado de cerebro» lo tenemos en las obras de Schnell, de las cuales es un ejemplo la titulada «Treinta años esclavo en la Torre del Vigía».

Dado que en los últimos años la historia del rusellismo ha sido frecuentemente escrita, la presente obra, que se ocupa de multitud de sectas, no puede por menos que ser breve en la exposición de dicha historia.




BOSQUEJO HISTÓRICO

Existe una relación recíproca entre el carácter de una persona y su teología. San Pablo enseña, en Romanos 9:19, 20, que una mala teología procede de un mal corazón.

Charles Taze Russell era un hombre que tenía frecuentes altercados con la justicia, y que no siempre salió bien librado de ellos. Perjuró ante tribunales, y su esposa consiguió la sentencia de divorcio porque el juez del Tribunal Supremo de Ontario opinó que ninguna mujer de mediana sensibilidad podía vivir con un hombe tan egocéntrico y arrogante. Russell, en una reunión masiva, celebrada en el hipódromo de Nueva York, no tuvo reparo alguno en lanzar una acusación general sobre los ministros evangélicos de «600 denominaciones guerreantes» en China, solamente para admitir después, bajo compulsión, que él no había visto a ninguno durante su precipitado viaje a Oriente. El diario The Bwoklyn Eagle le acusó en sus páginas del delito de fraude. Otra de sus actividades era la de convencer a los enfermos desahuciados de que legaran su fortuna a las organizaciones que él dirigía, lo que no era óbice para que, con toda vehemencia, arremetiera contra las comunidades cristianas por celebrar colectas en sus iglesias.

Llena de hechos semejantes transcurrió su vida toda, hasta que, el 9 de noviembre de 1916, el «pastor» murió cuando viajaba en un tren transcontinental. Su amigo, el señor Menta Sturgeon, a requerimiento del moribundo, lo arropó en una manta de viaje, que parecía una «toga romana», y acto seguido llamó al revisor y al camarero del vagón, diciéndoles que «quería que vieran cómo moría un gran hombre de Dios». Pero allí no había más que un anciano, «cuyos labios no emitían una sola queja, ni exhalaban un suspiro».

Este cuestionable tributo procede de la oración fúnebre pronunciada por Joseph Franklin Rutherford, quien inmediatamente anduvo los pasos necesarios para quedarse con la sucesión del difunto. Rutherford, abogado y juez especial en ausencia del juez regular del Octavo Tribunal Judicial del Distrito de Boonville, Misuri, antes de 1909, se trasladó a Nueva York, donde el 6 de enero de 1917, fue unánimamente elegido para suceder al pastor Russell como Presidente de la Watch Tower Bible and Tract Society. Este cargo lo desempeñó hasta su muerte, ocurrida a la edad de setenta y dos años, el 8 de enero de 1942.




  1. Del período rutherfordiano son de destacar los siguientes hechos y sucesos, 1. — El juez superó al mismo pastor Russell en su capacidad literaria. Escribía un libro por año, amén de los numerosos artículos que publicaba en la Watchtower («La Atalaya») en The Golden Age (luego llamada Consolation, y desde 1946, Awake! —»¡Despertad!»—), y de las sucesivas ediciones del Yearbook of Jehovah’s Witnesses («Anuario de los Testigos de Jehová»).
  2. — El juez, junto con algunos miembros de su equipo, pasó nueve meses en la cárcel, acusado de «actividades anti americanas», recién entrada América en la primera conflagración mundial. Semejante proceder para con ellos está casi tan injustificado como el asesinato de «Joseph Smith y su hermano Hyram, los Mártires», y sólo sirvió para exonerar a estos estudiantes de la Biblia, y para echar más leña en la hoguera del odio que sienten hacia «la organización diabólica».
  3. — Al salir de la cárcel, el juez encontró a sus subditos enzarzados en luchas intestinas y acosados por persecuciones externas. Hubo varias defecciones, y los desafectos se agruparon bajo diversas denominaciones. Por esto fue que en 1931 (9 de octubre), en la Convención anual de Columbus, Ohio, se adoptó el nombre actual de «Testigos de Jehová», que, en veinte años, se ha impuesto a todos los demás.
  4. — Rutherford, aunque de personalidad muy diferente a la de Russell —más reservado, eternamente frío, e inabordable—, igualó al fundador, no sólo como escritor, sino también como organizador y administrador. Así escribía de él Marley Colé: «El mayor triunfo de la carrera del juez Rutherford fue ver cómo se extendía la organización, cómo cerraba filas y permanecía enhiesta ante todo, a pesar de los devastadores ataques de que fue objeto por parte de fascistas, nazis, y democracias populares.»

Rutherford, cuya estatura era de un metro noventa y tres, casi nunca fue visto en público; y cuando lo hacía, aparecía protegido por dos guardaespaldas armados de garrotes, para defenderse de los ataques de los representantes de la organización diabólica.

  1. — Es un hecho que el juez Rutherford y su más joven ayudante, el abogado tejano Hayden Covington, prestaron un gran servicio a la causa de la libertad religiosa, al ganar 46 casos en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, 150 en los Tribunales Supremos de los Estados, además de varios en Canadá y en otros 22 países (hasta 1950).

5 Al mismo tiempo hay que reconocer que los propios testigos han sido, en gran medida, los causantes de sus muchos problemas. Sin recato alguno han colmado de desprecio y de desdén a muchas personas e instituciones, por medio de sus escritos y mítines callejeros, y han atacado vituperablemente a todo aquel que no ha estado de acuerdo con ellos.

Rutherford, a su vez, fue sucedido por Nathan Homer Knorr como presidente de la organización, durante cuya administración el torrente de libros y folletos que se editan ha aparecido bajo el copyright de la Watchtáwer Bible and Tract Society, sin mención alguna de autor individual. Un «comité» es ahora el responsable de la inagotable producción de literatura impresa que sale de la «Central Printing Plant» en Brookíyn, Nueva York.




Además de numerosos folletos, las publicaciones normales son The Watchtower («La Atalaya»), «que anuncia el reino de Jehová» (3.800.000 ejemplares), y el Awake! («¡Despertad!», con 3.250.000 ejemplares), ambas de aparición quincenal. Sus obras más recientes son Let God Be True («Sea Dios Veraz»; 1.» edición, 10.524.830 ejemplares; 2.» edición, 1952, 6.778.000 ejemplares, impresos en cinco idiomas); Let Your Ñame Be Sanctified (1.* edición, 1961, 1.000.00 de ejemplares); Your Will Be Done on Earth («basado en la profecía de Daniel»); The New World Transla-tion of the Holy Scriptures (a la que se hace referencia como «NW», publicada en 1955, y que se conoce en castellano como la «Traducción Nuevo Mundo»), que no sólo sustituye la cruz de Cristo por «un poste de tortura», sino que en otros muchos aspectos muestra su animadversión y prejuicio hacia la terminología reminiscente de las verdades centrales del cristianismo.

ORGANIZACIÓN Y PROPAGANDA

Nathan H. Knorr abre su ensayo sobre «Los Testigos de Jehová de los Tiempos Modernos» con la siguiente declaración: «Jehová Dios es el Fundador y Organizador de sus testigos sobre la tierra».

6 El nombre de «testigos» se dice que viene sugerido por Isaías 43:10: «Vosotros sois mis testigos, dice Jehová». Los primeros testigos fueron Abel, Enoc, Noé, etc, y así hasta Juan el Bautista. «El mismo Je-suscrito fue «el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios», que tiene la preeminencia entre los demás Testigos.» «Este testigo principal designó a otros para que continuaran testimoniando del Reino, diciendo: «me seréis testigos (…) hasta lo último de la tierra».»

El alcance que importa el cambio del mandamiento u orden de ser testigos de Jehová al «me seréis testigos» (Hechos 1:8) es olímpicamente ignorado; pues aceptar la autoridad del «único nombre debajo del cielo, en que los hombres pueden ser salvos», sería colocar al Señor Jesucristo en un plano de igualdad con Jehová. Todos los testigos han sido siempre y son ahora testigos de Jehová, incluyendo al mismo Jesucristo, bien que Él es el principal entre todos. Todo testigo debe tender a vindicar el nombre de Jehová.

La organización moderna de los testigos de Jehová comenzó en 1879, cinco años después de que Rusell y sus colaboradores iniciaran un estudio exhaustivo de la Biblia, en especial de la segunda venida de Cristo y del milenio. En el mes de julio de 1879 apareció el primer número de la revista «La Atalaya». La distribución de tratados desempeñó un importante papel en los primeros tiempos de!a secta; y como la sima que separaba a los testigos de las denominaciones ortodoxas de la cristiandad se iba haciendo cada vez más profunda y aparente, en 1881 se publicó un libro de 161 páginas titulado Food for Thinking Christians. En 1884 la organización se registró como sociedad religiosa no comercial. El nombre constitucional de Zion’s Watch Tower Tract Society permaneció hasta 1896, fecha en que fue cambiado por el de Watchtower Bible and Tract Society.

En 1886 apareció el primero de los volúmenes de la obra de Russell, Stu-dies irt the Scriptures, the Divine Plan of the Ages; el séptimo, The Finished Mystery, vio la luz en 1917, al principio del mandato de Rutherford.

Desde que éste llegó a la presidencia de la secta, se hizo gran hincapié en la preparación que debía tener todo testigo. A la Escuela Bíblica de la Watchtower, de Gilead, South Lansing, N. Y, acuden centenares de testigos que son preparados en cursos de unos pocos meses de duración, después de los cuales son ordenados pastores, y, como tales, piden ser eximidos del servicio militar. Los testigos se ofenden si se les llama pacifistas: ellos son objetores de conciencia. Su argumento es que «cuando Satanás lucha contra Satanás», en una guerra de un gobierno político contra otro, los testigos de Jehová deben permanecer neutrales, puesto que ellos esperan la única guerra vital que les afecta: la batalla del Armagedón, cuando Jehová destruirá a todos sus enemigos y preservará a Sus testigos de la horrible destrucción.

Todo testigo es capacitado para el testimonio por medio de estudios bíblicos concertados, que se desarrollan en diferentes días de la semana y en reuniones extraordinarias. Así, los domingos tienen lugar estudios en las llamadas «Saks del Reino»; los viernes se llevan a cabo los de «Área bíblica»; y existen también las «Asambleas de Distrito» y la «Asamblea Internacional de la Divina Voluntad de los Testigos de Jehová». A la celebrada en 1958, concurrieron en el último día 253.922 personas.

Schnell cuenta siete etapas en el período de adoctrinamiento de los testigos: prestación de libros a los futuros conversos, cita personal, comentario de los libros prestados, asistencia a las «salas del reino», asistencia a los cultos, reparto de literatura (libros y folletos) y, por último, el bautismo.

Para realizar estos cometidos más eficazmente, los testigos tienen dos libros que les instruyen en cuanto a la forma en que han de prestar su testimonio (estos libros, de 384 páginas, spn Theocratic Aid to Kingdom Publishers y Equipped for Every Good Work). Schnell dice que los testigos viven bajo continua coacción y gran temor, ante la idea de que si no venden suficiente literatura, sean relegados al «rango de siervos infieles».

Rusell se daba a sí mismo el título de «el mayordomo fiel y prudente» de Lucas 12:42. Después de su muerte, este término fue cambiado por el de «la fiel y sabia clase sirviente», la «pequeña manada» o rebañito, cuyo número asciende a 144.000. De esta «clase misteriosa», según Rutherford, había aproximadamente 50.000 sobre la tierra en el año 1926.

Sólo éstos serán premiados «como sacerdotes y reyes» con Cristo en los cielos. Por consiguiente, sólo ellos necesitan el nuevo nacimiento. Ellos forman el cuerpo del cual Cristo es la cabeza. «Porque los otros, una multitud innumerable, que creen en la redención, poseerán la vida eterna en un paraíso terrenal donde reina la justicia (Le. 12:32; Ap. 20:6; Jn. 10:16).

Lo dicho hasta aquí nos lleva a considerar brevemente las enseñanzas de los testigos. Sin embargo, antes de proceder, digamos una palabra más de encomio. Más arriba hemos declarado que los testigos han prestado un gran servicio a la causa de la libertad de expresión de la fe religiosa y a la del derecho de asociación; y a esto hemos de añadir ahora nuestra alabanza hacia la postura que han adoptado sobre las transfusiones de sangre.

POSICIÓN DE LOS TESTTIGOS ANTE LAS TRANSFUSIONES DE SANGRE

En 1961, la Watchtower Bible and Tract Society publicó un librito de 63 páginas, titulado Blood, Medicine and the Law of God, en el que se combaten las transfusiones de sangre. Esta postura ha situado una vez más a los testigos en abierto conflicto con los tribunales de justicia, de modo parecido a como, en sus primeros tiempos, se enfrentaron a \z opinión pública al rechazar el servicio militar, negar el saludo a la bandera (considerado por ellos como un acto idolátrico), y no someterse a otras muchas leyes.

Hemos de decir que los fundamentos exegéticos en que los testigos se basan para rechazar y oponerse a las transfusiones, son erróneos. El librito citado hace referencia a Génesis 9:3,4; Levítico 3:17; 13:14 y Lv 17:10; Deuteronomio 12:23-25; I Samuel 14:32-33; y Hechos 15:28,29.

Todos estos pasajes prohíben comer carne con su sangre, y algunos también con su sebo. Y cuando los consideramos un poco más detenidamente, enseguida vemos por qué. El sebo había de ser quemado sobre el altar, como perteneciente a Dios. La sangre, puesto que contenía la vida o el alma (las traducciones difieren, pero esto no tiene mayor importancia, ya que la vida está en el alma que está en la sangre), también pertenecía a Jehová, y no al hombre. En algunos casos, esta sangre era vertida en tierra, como un simple devolver a Dios la vida de la que Él era dueño, según vemos en Deuteronomio 12:24; en otros, la sangre debía ser derramada sobre el altar, en sustitución de la vida del pecador, «porque la vida [en hebreo, alma] de la carne en la sangre está (…) y la misma sangre hará expiación de la persona» (Lv. 17:11).

Al rechazar la doctrina bíblica de la expiación, como se verá más adelante, los testigos han dado lugar a la fantástica idea de que cuando damos o recibimos sangre, nos desprendemos o aceptamos parte del alma humana. Esto, dicen ellos, es contrario al mandamiento de amar a Dios con toda el alma, cosa que también entra en conflicto con el amar a los demás como a nosotros mismos.

Lo insostenible de esta teoría salta a la vista, ya que es evidente que todos podemos desarrollar nuestras actividades normales prescinciendo de algo de nuestra sangre, al menos durante un tiempo, sin que por eso quede afectada nuestra vida física. Una persona a quien le haya sido amputada una pierna, no por eso tiene menos alma ni ha perdido algo de su vida. Este simple razonamiento refuta por completo la exégesis del susodicho librito.

Sin embargo, el mentado librito se inicia con la declaración de que las transfusiones de sangre han «aumentado diez veces en la última década, y más de cincuenta desde 1938. Según el presidente de la Asociación Americana de Bancos de Sangre, sólo en los Estados Unidos se hacen cinco millones de transfusiones en un año».

Continúa la obra con una serie tan impresionante y bien documentada de declaraciones de autoridades médicas dignas de crédito, que denuncian el peligro de las transfusiones indiscriminadas, que la profesión médica haría muy bien prestando la debida atención a este problema. La transfusión es comparativamente un fenómeno nuevo en el campo de la medicina. El libro demuestra que es harto posible que un enfermo contraiga desconocidas y peligrosas enfermedades, como resultado de recibir sangre ajena en sus venas. También prueba que en muchos casos otros tratamientos han demostrado ser mucho menos peligrosos y más seguros.

No obstante, nosotros no suscribimos la condenación general que se lanza sobre las transfusiones de sangre, pues hemos de reconocer que en muchas ocasiones dicha práctica médica ha servido para detener la marcha de la enfermedad y prolongar la vida del enfermo, sin peligro alguno para el donante ni para aquél.

Pero sí estamos de acuerdo con los testigos en que si alguien objeta el procedimiento, bien porque no quiera correr el riesgo, bien por escrúpulos de conciencia, ningún tribunal humano tiene el derecho moral de obligarle a someterse a lo que es contrario a sus convicciones, ni sujetar a sus hijos a este tratamiento particular. La educación social es una cosa, y la compulsión otra muy diferente. Nuestros hijos no pertenecen al Estado, sino a sus padres.

DOCTRINA

Por todas estas razones, es de lo más lamentable que los testigos de Jehová continúen propagando, con celo digno de mejor causa, su doctrina absolutamente antibíblica, y esparciendo por doquier un odio mortal hacia todas las iglesias cristianas y lo que éstas significan.

Las enseñanzas de los testigos han sido correctamente calificadas como un sistema de negaciones. Probar este aserto, será la tarea que nos ocupe hasta el final del capítulo. No obstante, es de tenerse en cuenta que esta obra no es un libro de teología sistemática (o dogmática); por eso nuestra refutación no tiene más remedio que ser breve e incompleta.

Racionalismo

El error fundamental del rusellismo, que no cesa de ser promulgado por los testigos de Jehová, es su inflexible racionalismo. Puede que Schnell exagere al decir que los testigos recurren a sólo un seis y medio por ciento de la Biblia en su argumentación; sin embargo, es cierto que ellos, a pesar de sus repetidas apelaciones a la Escritura como mensaje inspirado de Dios, colocan su razón por encima de la Biblia, y rechazan cuanto de ella se oponga a la razón. Este error es básico, y en él está el origen y raíz de toda negación. Así escribía Russell: «Nos hemos esforzado en descubrir la suficiente base sobre la que edificar la fe —la Palabra de Dios—, para infundir confianza y seguridad en su testimonio, incluso al incrédulo. Y lo hemos hecho de una forma que apela y puede ser aceptada por la razón como base adecuada. Después de esto, sobre tal fundamento hemos construido las enseñanzas de la Escritura, de un modo que, dentro de lo posible, el simple criterio humano pueda probar sus ángulos y recodos por las reglas más estrictas de la justicia que dicho procedimiento exige.» (Introducción a Studies in the Scriptures.) Acto seguido, después de decir que la Biblia es la revelación de Dios, añade: «Examinemos el carácter de los escritos que se dicen inspirados, para ver si sus enseñanzas corresponden con lo que nosotros, razonablemente, hemos interpretado respecto a Dios.»

Es evidente que la misma idea de una revelación divina a seres imperfectos (pecadores) implica la existencia intrínseca de cosas que la mente humana no puede concebir sin revelación. El mismo carácter de incredulidad está en que el incrédulo rechaza lo que su mente no puede, sin otra ayuda —razonablemente—, aceptar.

La Trinidad

La Trinidad es negada virtualmente en todos los escritos rusellistas, y esto en los más apropiados términos. «La verdad clara y simple es que éste es otro de los intentos satánicos por apartar a las personas temerosas de Dios del conocimiento de Jehová y de Su Hijo Jesucristo. iNo, la Trinidad no existe.»

Esta doctrina cardinal de la Escritura es, por lo general, crasamente mal interpretada y expuesta con falacia por los testigos. Aunque la revista Awake! (8 de octubre de 1961) cite de la Confesión de Fe de Westminster: «En la unidad de la Divinidad hay tres personas en una sustancia, poder y eternidad; Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo», y de la Confesión de Augsburgo: «Aunque sólo hay una esencia divina que es y se llama Dios (…) hay también tres personas de la misma esencia y poder, que son igualmente eternas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo»; aunque dicha revista use estas citas, decimos, la mayoría de los escritos rusellistas hablan indecorosamente cuando tratan de esta preciosa doctrina. El mismo Sea Dios Veraz dice en su página 99: «La doctrina, en breve, es que hay tres dioses en uno: «Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo» los tres iguales en poder, sustancia, y eternidad» (edición castellana de 1949, revisada en 1955). Y, en la página 106: «La idea que se tiene generalmente es que el «Espíritu Santo» es una persona espiritual, la tercera persona de la «trinidad» y que es igual a Dios y Cristo en poder, sustancia y eternidad». De todas formas, estas distorsiones no son, en comparación, tan diabólicas como las atroces palabras de un tal H. E. Pennock, de la ciudad de Nueva York, «regularmente adscrito a la dirección de la I. B. S. A. (Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia) como conferenciante», cuya charla sobre «lo que los clérigos no dicen», fue anunciada, en un programa de mano, en los siguientes términos, «Hay algunos clérigos, no cabe duda, que son realmente sinceros en su convicción de que Jesús era su propio padre, y que el Todopoderoso es hijo de Sí mismo; y que cada uno de éstos es, a su vez, una tercera persona igual a ellos dos, v no obstante distinta de cada uno.»

Jesucristo

Cuando inquirimos en el porqué de la venenosa enemistad y oposición de los testigos hacia la doctrina de la Trinidad, no es necesario buscar muy lejos para hallar la respuesta. No hay ni un solo testigo que se reconozca a sí mismo como un pecador perdido y necesitado de un Salvador sobrenatural. De aquí que este sistema niegue la divinidad de Cristo con tanta vehemencia como la Trinidad.

Preexistencia

«Felizmente la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Cristianas Griegas (publicada en inglés en 1950) traduce Juan 1:1,2: «Originalmente la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios. Este estaba originalmente con Dios». De manera que la Palabra o el Logos vino a la existencia mucho antes de que una de las criaturas posteriores de Dios se convirtiera en un diablo…» (Sea Dios Veraz, p. 32.) «El principal de las criaturas de Dios bajo Él es su hijo que vino a la tierra y recibió el nombre de Jesús. La Biblia manifiesta que Éste había vivido como criatura espiritual en el cielo antes de venir a la tierra.» (Estas buenas nuevas del reino, p. 6, 1955.) Así pues, este espíritu, o arcángel, la Palabra, se hizo hombre, vivió una vida sin pecado, murió en rescate por muchos, y fue resucitado en espíritu.

La Resurrección y la Ascensión

«Desmaterializado del cuerpo humano que había tomado, y vuelto a su estado invisible espiritual, Jesús, en su ascensión, no corrió el riesgo que representan el cinturón de radiación que envuelve la tierra y los rayos cósmicos que atraviesan los espacios superiores. Puesto que él no ascendió al cielo con el cuerpo humano que había sacrificad» y dejado como ofrenda perenne sobre el altar de Dios, regresó a los cielos con el mérito o valor de su vida humana, que puso en favor de la humanidad mortal.» (Let Your Ñame Be Sanctified, p. 272.) La Segunda Venida «Jesucristo vuelve, no otra vez como humano, sino como gloriosa persona espiritual. Él ahora es la reflexión de la gloria de Dios, la representación exacta de su mismo ser, y está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas (…) Él viene esta vez, por lo tanto, no en humillación, no en la semejanza de los hombres, sino en su gloria celesial…» {Sea Dios Veraz, p. 192.) Es evidente que todo esto es contrario a las claras enseñanzas de la Escritura, tal como leemos en Filipenses 2:6 y Hechos 1:11. Por no hacernos demasiado prolijos, resumamos todo en unas cuantas palabras: Cristo, según los testigos, volvió en 1914, «el tiempo del fin de los gentiles», y en 1918 vino a su «Templo», los 144.000 con quienes Él forma «La Iglesia», cuerpo y cabeza, respectivamente.

El Rescate

La teoría redentora de los testigos se define, brevemente, en los siguientes términos: Jesús, hombre sin pecado, dio su vida como «rescate», es decir, «como aquello que desata o libra, suministrando liberación». La raza humana estaba necesitada de rescate, por cuanto nació en pecado, imperfecta, y bajo la sentencia de muerte.

Este rescate no incluye a Adam, pues él pecó voluntariamente. Pero sí es para «los hombres fieles», cuyo «proceder» determina «si por fin recibirán el beneficio del sacrificio redentor de Cristo (…) Los que voluntariamente son inicuos y tercos hacia las provisiones de Jehová», no participan en el rescate; mas «aquel que ejerce fe en el Hijo, tiene vida eterna». «El rescate coloca sobre todos los que desean adquirir beneficio de él una obligación y un privilegio maravilloso (…) Es menester que se informen concerniente a la misericordia de Dios por medio de Cristo Jesús, y luego que tengan fe en la provisión que él ha hecho.»

Este tipo de doctrina autosotérica es el hilo central de toda su literatura. Russell decía: «El «rescate por todos» no garantiza ni imparte vida eterna o bendición a todos los hombres; pero sí garantiza y da otra oportunidad o prueba para que toda persona intente alcanzar la vida eterna» (Studies, II, 128). Y también: «Deben ser rescatados de la ceguera y de la muerte, para que cada uno de por sí tenga ocasión de demostrar, por la obediencia o por la desobediencia, si es digno de la vida eterna» (Studies, I, 158). Rutherford por su parte decía: «Este proceso restitutivo continuará por un período de mil años, esto es, cuando el Mesías reine, durante el cual todos los hijos de Adam, incluido él mismo, serán sometidos a la prueba propicia e imparcial de vivir bajo unas condiciones favorables» (World Distress, p. 9). Y: «Pero conforme cada uno luche por purificarse y ser obediente al Señor, en la misma medida será ayudado. No habrá nada que le obstaculice, porque el influjo de Satanás habrá sido reprimido» (Harp of God, p. 339). Idéntica doctrina aparece en el folleto titulado «Estas buenas nuevas del reino» (edición castellana, 1955). En toda esta aridez doctrinal no se oye ni el más leve eco de aquellas maravillosas palabras de Isaías 53:5 o de ICorintios 15:3: «Mas Él herido fue por nuestras rebeliones»; «Cristo murió por nuestros pecados.»




El Espíritu Santo

La negación de la Trinidad lógicamente obliga a los testigos a rechazar la personalidad divina del Espíritu Santo, a pesar de que las Escrituras le atribuyen atributos de personalidad, tales como inteligencia (I Cor. 2:10), voluntad (I Cor. 12:11), y lo describen como Persona divina que tiene nombres divinos (I Cor. 3:16; II Cor. 3:17; Mt. 28:19; Hch. 5:3), obras divinas (Sal. 104:30, creación; Sal. 139, omnipresencia), honor divino (II Cor. 3:17; Mt. 12:31).

«Pero el espíritu santo no tiene nombre personal. La razón de esto está en que el espíritu santo no es una persona inteligente, sino una fuerza invisible, impersonal y activa, que tiene su origen y reserva en Jehová Dios, y que Él emplea para realizar Su voluntad» (Let Your Ñame Be Sanctified, p. 269).

Escatología

«Cristo vino a la tierra invisiblemente en 1914, hecho que marcó el fin del tiempo de los gentiles, y el principio del «tiempo del fin» del dominio de Satanás, y por esto el tiempo cuando Cristo Jesús el Gobernante legítimo del nuevo mundo recibió mando». En 1918 Cristo «vino al templo espiritual como el mensajero de Jehová y empezó a limpiarlo (…). Eso marcó el principio del período de juicio e inspección de sus seguidores engendrados del espíritu». «Los cristianos muertos que estaban durmiendo en sus sepulcros fueron levantados con cuerpos espirituales para juntarse con él en el templo espiritual. Los cristianos ungidos que estaban vivos en la tierra no podían preceder a los que estaban dormidos en la muerte, sino que tenían y tienen que seguir manteniendo su integridad hasta su propia muerte.

Cuando los de este resto mueren, no tienen que dormir esperando la vuelta de su Amo, sino que reciben un cambio inmediato a la vida espiritual». «Desde el tiempo de Jesús hasta ahora la selección de los miembros del reino celestial ha continuado, y hoy, después de diecinueve siglos de seleccionar, todavía hay un resto pequeño de los 144.000 sobre la tierra.»

Mientras tanto, la prueba del mundo continúa. «Las ovejas» están aparejadas para gozar de la vida eterna aquí en la tierra. Las «cabras» están destinadas a la destrucción, a la aniquilación.

¿Qué es lo que determina si somos cabras u ovejas? Nuestra actitud hacia el remanente ungido de los testigos de Jehová y su mensaje de instauración de un gobierno teocrático. «La separación actual de la gente como «otras ovejas» de él y como «cabras» es parte de la señal compuesta que indica que Cristo ha vuelto y que está presente como Rey.»

Además de la «resurrección celestial de los 144.000», tendrá lugar también «una resurrección terrenal». Esto ocurrirá poco después del Armagedón, la gran batalla en la que el Señor destruirá «la organización de Satanás». «No habrá necesidad de que los siervos de Dios que están en la tierra participen en la lucha. Cristo Jesús conducirá a las huestes celestiales de ángeles de Jehová al ataque final contra Satanás y su organización, destruyendo a ésta completamente y librando al género humano obediente e introduciéndolo en un nuevo mundo de justicia (Ap. 19:11-16), El ponerle fin a este sistema de cosas de esta manera es el único modo de librar al mundo del mal y hacer lugar para que la paz y la justicia florezcan. Esto sólo lo podría hacer el Todopoderoso Dios, Jehová.»

Al final del milenio, Satanás y sus demonios serán soltados para que prueben la fe y la integridad de los habitantes de la tierra. «Como su actitud mental no habrá cambiado, de nuevo tratará de usurpar la posición de Jehová como soberano universal y se empeñará en hacer que toda la humanidad perfeccionada se vuelva contra Dios. Algunos serán descarriados (…) Los que apoyen a Satanás serán arrojados, junto con el Diablo mismo, al «lago de fuego y azufre» (…) Ellos serán ahogados en destrucción eterna, y para ellos no habrá resurrección.»

Entonces «habrá un mundo sin la muerte adánica, sin enfermedad, tristeza, lágrimas o confusión religiosa (…) Permanecerá, no por mil años, ni por un millón de años, ni siquiera por mil millones de años, sino para siempre.»

El infierno, de acuerdo con esta escatología, consiste simplemente en la «destrucción eterna».

Esta no-existencia, resultado de la aniquilación, es el «castigo eterno», que, como se ve, es algo más suave que las duras palabras que Jesús pronunció al respecto (Mr. 9:47,48). La Gehena, según este sistema, no es sino la simple ausencia de entidad, o dejar de ser. No hay aquí lugar para «el humo del tormento» de que nos habla el Apocalipsis (14:11).

El Seol o Hades, que en casi todas las versiones se traduce invariablemente por «infierno», es en realidad un término pintoresco que define un estado de separación, a saber, entre el cuerpo y el alma que ha partido. Por eso el Seol algunas veces significa la tumba (v. gr, Gn. 42:38; Ecl. 9:10), y otras, el lugar donde el alma permanece en un estado consciente (v. gr, Ez. 32:21). La afirmación rusellista de que el Seol (Hades en el Nuevo Testamento) siempre significa el sepulcro, queda así refutada por la misma Escritura.

Este error queda desenmascarado también por la parábola del rico y Lázaro (Le. 16). Los testigos dicen que, en ella, el rico representa a la nación judía «bajo los tormentos y rigores que ha sufrido desde la destrucción de Jerusalem». Pero aunque fuera así, nuestro Señor no hubiera comparado esta condición de sufrimiento con el Hades, si éste no fuera sino un lugar de inconsciencia o inexistencia virtual.

En este particular, los testigos han corrompido aún más la enseñanza adventista que niega igualmente el castigo eterno. La señora White y sus seguidores, al menos enseñaron que la destrucción eterna se verá precedida por un período de castigo conscientemente soportado.

Entre otras herejías de menor importancia, está la de que el hombre es un alma; no que tenga un alma. Por eso, cuando muere, deja de existir (¡fuera con los «tormentos» del más allá!), y debe ser literalmente recreado o vuelto a crear. Es evidente que esto contradice por completo las enseñanzas de la Escritura, que sientan que el hombre es un ser compuesto de alma y cuerpo (véase Nm. 21:4: «El alma del pueblo» —Versión Moderna—; Mt. 26-38: «Mi alma está muy triste…»). El estado consciente del alma en la vida futura, lo enseña claramente Filipenses 1:21,23.

Por último, para este sistema autosotérico, el bautismo (por inmersión) sólo significa «que el testigo hace una dedicación para hacer la voluntad de Dios».

20 Todo es del hombre, nada de la gracia de Dios. ¿Dónde aparecen aquí las consoladoras palabras de Romanos 6:1-4 ó Gálatas 3:27?

CONCLUSIÓN PRÁCTICA

En un próximo capítulo de esta obra (XI), el autor brinda un ejemplo breve de cómo cree él que deben ser refutados los errores rusellistas en contactos personales con los miembros de esta secta. Intentar aquí una refutación detallada de dichos errores, amén de los de los otros sistemas, convertiría a este libro en un grueso volumen de teología sistemática, cosa que escapa al propósito del autor.

Una cosa, sin embargo, es de aprender de los rusellistas: su diligencia en el estudio de la Biblia, a pesar de que lo hacen de una forma racionalista y con una mente cargada de prejuicios.

En su frecuente recurrir a las Escrituras, no reparan en sacar los pasajes de sus contextos, retorciéndolos según sus propias y preconcebidas ideas.

Si los miembros de las iglesias evangélicas quieren permanecer firmes en «la fe dada una vez a los santos», deben dedicar más tiempo al estudio sistemático de la Biblia. De esta forma los ministros se sentirían más tranquilos y menos desazonados que ante la desorientación actual de su congregación. A este objeto recomendamos los siguientes títulos: The Lord of Glory; un estudio de los nombres que se dan a nuestro Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento, con referencia especial a Su Divinidad —autor: Benjamín B. Wárfield (Zondervan)—. Y también Our Rasonable Faith, de Hermán Bavinck (Eerdmans).

PREGUNTAS PARA ESTUDIO

  1. Los testigos de Jehová son arríanos declarados. ¿Cuándo, dónde y por qué fue condenado Arrio?
  2. Demuéstrese bíblicamente la interpretación errónea de los testigos sobre la doctrina de: a) el rescate; b) la cooperación humana en el proceso de la salvación; c) la aniquilación versus el juicio (¿enseña II Tesalonicenses 1:9 la aniquilación?); d) la concepción del infierno.
  3. ¿Se convertirá este mundo meramente en una «nueva sociedad», o todo lo presente será renovado por el fuego? (II Pe. 3:12,13).
  4. ¿Qué entiende el lector por Armagedón?
  5. La cifra de 144.000, que aparece en Apocalipsis 7, ¿tiene un sentido literal o, por el contrario, es simbólica?
  6. Valiéndose de Dt. 6:4; Is. 44:6; 45:5; Jn. 17:3 y I Jn. 5:20, demuestre el lector que es errónea la traducción «la palabra era un dios», que la versión Nuevo Mundo hace de Juan 1:1.
  7. Comparando I Pe. 3:15 con Is. 8:13, y Ap. 1:17 con Is. 44:6 y 48:12, pruebe el lector la divinidad de Jesucristo.
  8. Por medio de Hch. 13:2 y 28:25, pruebe igualmente el lector la personalidad del Espíritu Santo.
  9. ¿Cómo rebate Mt. 22:32 la teoría de los testigos sobre la no-existencia después de la muerte?
  10. ¿Cuál es el error fundamental de cualquier tipo de racionalismo?

LA CIENCIA CRISTIANA

El Bosquejo Histórico.
Los Frutos Terapeuticos de la «Ciencia Cristiana».
La Filosofía de la «Ciencia Cristiana».
La Ciencia Cristiana como Religión.
Conclusión.
La Biblia y la «Ciencia Cristiana».
Preguntas para estudio.

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Existen abundantes e incuestionables evidencias de que la autora de la secta médico-religiosa conocida como «Ciencia Cristiana» se vio, al final de su casi nonagenaria vida, acosada por enfermedades físicas y mentales; de que en sus últimos años estuvo «sujeta a servidumbre por el temor a la muerte»; y de que desde el principio hasta el fin permaneció tan egocéntrica como la secta que ella propagó.

Con todo, recabó para sí tal grado de inspiración divina y quasi deidad, que sus mismas pretensiones aparecen como absolutamente incompatibles con la opinión que de ella se formaron la mayor parte de sus contemporáneos. Y puesto que sus seguidores han deificado su persona y su doctrina, se ven en la necesidad de retocar el retrato que de la señora Eddy nos legaron algunas personas de aquellos años.

En esta asidua tarea, el tiempo, como era de esperar, se ha mostrado fiel aliado de los Comités de Publicación establecidos en cada Estado y provincia en que la «Ciencia Cristiana» plantó su pie.

Las primeras obras escritas por los contemporáneos de la fundadora, están actualmente agotadas; grandes montones de «literatura non-grata» han sido recogidos y destruidos; la vida de la señora Eddy ha vuelto a ser escrita, y todo lo que se ha considerado hostil ha sido rápidamente eliminado como «espúreo».

En su esfuerzo por llevar a la práctica su pretensión de que la «Ciencia Cristiana» se rige estrictamente por la Regla de Oro, los dentistas envían, gratuitamente, libros aprobados a los autores de obras adversas al eddismo, y les ruegan cortésmente que cambien la opinión que se han formado acerca de la «Ciencia Cristiana». Ésta ha sido la experiencias de Charles Braden, F. E. Mayer, Lloyd M. Wallick, y recientemente la del autor de este libro.

Pero ninguno de los citados escritores ha mudado por ello de opinión en cuanto a la secta y su autora. The Life of Mary Baker G. Eddy and the History of Cristian Science, de la señorita Milmine (1909), es el fruto del afán y de la investigación concienzuda que la autora llevó a cabo en todos los sitios donde la señora Eddy vivió; y contiene tantos testimonios legalmente probados, que no es posible dejar de tenerlos en cuenta. Tampoco puede ignorarse la biografía escrita por el señor Dakin, Mrs. Eddy, the Biography of a Virginal Mind (Scribner, 1929), por su extensa y bien documentada exposición. Relevantes e imparciales críticos, como R. L. Du-fus (The New York Times), Heywood Broun (Book of the Month Club News), H. L. Mencken (American Mercury), hablaron de este best-seller con el mayor encomio y consideración. Gilbert Seldes decía en The New York Herald Tri-bune: «La honesta actitud del autor, su fino juicio, su criterio equilibrado y su sentido común hacen a esta obra digna de toda alabanza.» Y Lgwis Mumford declaraba en The New Republic: «El señor Dakin ha cometido una grave ofensa contra la señora Eddy: le ha hecho justicia.»

Las manifestaciones de la «Ciencia Cristiana» de que esta documentadísima obra «ha sido escrita sin datos fidedignos», junto con los esfuerzos oficiales de la secta por boicotear e impedir la venta del libro, hecho éste que posteriormente ha sido explicado como la labor fanática de unos cuantos exaltados, no son muy convincentes. Y por añadidura, las biografías de la señora Eddy recomendadas oficialmente por la secta, dado que presentan una evidente parcialidad que glorifica a la fundadora, no son dignas de confianza como material histórico.

Para nuestro propósito, quizá resulte más caritativo concluir esta poco agradable introducción con las dos observaciones siguientes, Primera: Sin duda alguna es muy difícil conseguir una opinión totalmente libre de prejuicios de alguien que haya sido beneficiado por las enseñanzas de otra persona. Porque muy pocos, si es que hay alguno, pueden negar que las enseñanzas de la señora Eddy han sido provechosas a quienes del «almud del error» que es el eddismo han sabido tomar «el grano de verdad».

Segunda: Cuando la propia experiencia de la señora Eddy contradice tan rotundamente sus enseñanzas, ¿hay acaso motivo para extrañarse de que la verdad sea, a veces, exagerada o incluso tergiversada, a fin de hacer que concuerden los hechos con una teoría que tan firmemente se cree?

BOSQUEJO HISTÓRICO

Cuando los hechos son evidentes, no hay lugar a discusión. Así pues, hagamos un poco de historia.

La señora Eddy nació el 16 de julio de 1821, en Bow, New Hampshire. Padeció casi continuamente una grave dolencia de la espina dorsal, que afectó su vida, tanto física como mentalmente. La enfermedad apareció ya en sus primeros años de mujer, y frustró por igual sus dos primeros matrimonios. Sus trastornos la llevaron a visitar al entonces famoso P. P. Quimby, de Portland, Maine, que seguía la misma línea científica que el famoso mesmerista francés, Charles Poyen.

La señora Eddy, conocida entonces como señora Patter-son, visitó en dos ocasiones a Quimby, con quien pasó mucho tiempo en conversación privada, discutiendo sus teorías y métodos. Después de sus visitas, dedicó largas horas a redactar sus propias conclusiones. Este hecho ha dado lugar a informes confusos y contradictorios. Unos dicen que la «biblia» de la señora Eddy (Science and Health), publicada por primera vez en 1875, contiene mucho de estas notas amén de las teorías de Quimby. Pero la señora Eddy sostenía que su libro era el resultado de una inspiración divina directa, y que no guardaba ninguna relación con los descubrimientos de Quimby.

Naturalmente, los dentistas dan la razón a la señora Eddy. La señorita Wilbur ha llegado a afirmar que nunca existió manuscrito alguno de Quimby; pero la reimpresión de documentos oficiales y actas notariales contradice dicha afirmación.

Es un hecho innegable que, al principio, la señora Eddy se deshacía en elogios hacia el Dr. Quimby («que curaba las enfermedades como el Señor Jesús», decía ella); que macha-conamente repetía a todo el mundo: «Esto lo he aprendido del Dr. Quimby»; y que, conforme el tiempo pasó, no sólo repudió gradualmente la fuente de sus teorías, sino que, a quien antes alababa, luego catalogaba como simple hipnotizador mientras que ella, por el contrario, propugnaba la curación por el poder mental.

Hay preguntas cuyas respuestas pasaremos por alto; pero que, no obstante, no dejaremos de hacérnoslas. Por ejemplo: ¿Hasta qué punto fue la señora Eddy impulsada por el egoísmo? ¿Fue sanada alguna vez de algún defecto orgánico? ¿Por qué ella, la profetisa divinamente inspirada de una nueva biblia, fue revisando sus libros con el correr del tiempo? ¿Qué explicación razonable puede darse al hecho de que las últimas ediciones corregidas estuvieran redactadas en un inglés mucho más puro y gramaticalmente correcto que las primeras? Lógicamente no tomaremos en serio la explicación que ella nos da de que estaba tan inspirada con la «Ciencia Divina» cuando escribió la primera edición, que «la gramática resultó eclipsada». Asimismo, ¿por qué incluso las últimas ediciones de Science and Health with Key to the Scriptures causan al lector inteligente la impresión de una terrible confusión, no sólo en la ordenación y reordenación de los capítulos, sino en la falta de ceñimiento de cada uno al tema que se proponen?

Los dentistas siempre han reprochado con indignación el hecho de que algunos periodistas neoyorquinos intentaran obtener una entrevista con la señora Eddy, en Chestnut Hill, en los últimos años de su vida. Descaradamente han negado también las declaraciones, casi idénticas, de nueve periodistas que, después de heroicos esfuerzos por acercarse a ella, encontraron a la anciana mujer en un estado de total ruina, tanto física como mental.

A este respecto, los dentistas debieran recordar que la señora Eddy negó durante mucho tiempo la realidad de la enfermedad y de la muerte. Todo su sistema dependía enteramente de la «demostración» de la exactitud de estas negaciones. En consecuencia, se rumoreaba que la propia señora Eddy estaba haciendo ímprobos esfuerzos (aunque inútiles), por demostrar la veracidad de sus afirmaciones, a despecho de su creciente debilidad y próximo fin, antes que decidirse honradamente a informar a la gente de todo cuanto estaba sucediendo dentro y fuera de Chestnut Hill. ¿Es verdad que la señora Sargeant se hacía pasar por la señora Eddy, en sus paseos diarios en berlina, intentando camuflar así el decadente estado físico de ésta?

Lo cierto y verdad es que la señora Eddy murió el 2 de diciembre de 1910, a la edad de ochenta y nueve años y medio. No pudo escapar a la muerte, como ningún humano escapa, a pesar de sü teoría de que «Dios es Todo, Dios es Vida, y por lo tanto la Enfermedad y la Muerte no existen».

FRUTOS TERAPEUTICOS DE LA “CIENCIA CRISTIANA”

La biografía de la señora Eddy, escrita por Powell, contiene un capítulo titulado «Por sus frutos», y estamos de acuerdo en que el eddismo sea juzgado por sus frutos.

Estos frutos no son del todo malos. Si lo fueran, el sistema no hubiese sobrevivido como lo ha hecho. Lo bueno que tiene el eddismo en su favor, son las muchas curaciones que ha realizado; cosa que demuestra el poder de la mente sobre la materia. Y es de agradecer el que la señora Eddy, junto con otros muchos sanadores por la fe y por el poder mental, 5 haya llamado la atención sobre esta facultad. La medicina, quizá más de lo que quiere admitir, está en deuda con la señora Eddy, por el redescubrimiento de la importantísima teoría de la interacción entre lo físico y lo espiritual del hombre. Las alteraciones «psicosomáticas» han sido casi siempre como un rastro que sigue a la «Ciencia Cristiana.»

Sin embargo, junto al poco bien que haya podido hacer el eddismo, debemos colocar el mucho mal que ha hecho.

  1. La señora Eddy y sus numerosos seguidores, han mantenido por igual frecuentemente asertos que no han podido ser probados. No sólo han rechazado la ayuda de una diagnosis competente, cosa que admiten todos los sanadores por la fe, sino que han pretendido poder sanar cuando en modo alguno existía tal posibilidad. En una palabra, la «Ciencia Cristiana» es incapaz de hacer desaparecer los trastornos orgánicos. La misma señora Eddy admitía en ocasiones, aun a regañadientes, la posibilidad de que se requiriese la asistencia de la cirugía.

Una de las pretensiones de la señora Eddy, que aún no ha sido probada, era la de que —según ella— «había curado a alguien de una difteria tuberculosa tan maligna, que los huesos podían abollarse con la presión de los dedos, cuando ya el cirujano estaba listo para realizar la amputación. También he curado —decía—, en una de mis visitas, un cáncer que había roído de tal modo el cuello de la persona que lo padecía, que le dejaba al descubierto la yugular como si fuera una cuerda».

8 La literatura oficial de la » Ciencia Cristiana» quisiera hacernos creer que la señora Eddy resucitó en varias ocasiones a personas que habían caído ya en las garras de la muerte.

9 Absurdos semejantes a éste se encuentran profusamente en los propios escritos de la señora Eddy.

  1. Existe abundante literatura que refiere casos auténticos en los que algunos practicantes de la «Ciencia Cristiana» fueron condenados por los tribunales norteamericanos por el delito de rechazar toda ayuda médica y quirúrgica para sus pacientes, dejándolos morir inútilmente. El relato de estos casos puede encontrarse en libros de las Bibliotecas públicas, y si no en las Salas de Lectura de la propia secta.
  2. Tanto si la señora Eddy murió a causa de enfermedad física natural, como por el efecto de «arsénico mentalmente administrado» —según su propia frase—, el hecho es que ella no pudo hacer frente a las fuerzas malignas cuya realidad negaba. Lo mismo puede decirse de los practicantes de la «Ciencia Cristiana» que han seguido sus huellas. En el mejor de los casos han atribuido los efectos de las* fuerzas malignas a «errores de la Mente Mortal», que aparentemente demostraron ser más fuertes que el poder del «Bien Omnipotente», que debía vercerlos. A pesar de que negaba la existencia del diablo, la señora Eddy, en su vejez, vivía terriblemente aterrorizada por aquel verdadero diablo de su sistema que ella llamaba «Magnetismo Animal Malévolo». Este M.
  3. M, que asalta a toda persona con pensamientos e ideas hostiles y desagradables, se ha convertido en la pesadilla de la «Ciencia Cristiana», y es el verdadero diablo de este sistema filosófico que lo niega.

LA FILOSOFÍA DE LA «CIENCIA CRISTIANA»

El eddismo es, antes que nada, el resultado de los esfuerzos de la señora Eddy en busca de la salud física. Cuando creyó haberla encontrado para sí misma, por medio de P. P. Quimby, pensó que podría proporcionársela a otros haciéndoles emplear sus mentes contra la existencia de sus enfermedades físicas. Durante varios años dio forma al sistema que poco a poco se extendería por gran parte de los Estados Unidos, Canadá y otros muchos países. (La influencia de la «Ciencia Cristiana» ha permanecido mayormente limitada a las comunidades urbanas y entre la clase media.

Esto puede verse, por ejemplo, en Seattle, donde, el domingo después de Resurrección, 5 de abril de 1959, fue oficialmente inaugurada la decimoctava Iglesia de Cristo dentista.) No importa si el sistema se originó con Quimby o con la señora Eddy, o si fue fundado en 1862, o en 1866. Lo cierto y verdad es que la señora Eddy fue mucho más allá que Mesmer, Poyen y Quimby, aunque sus elucubraciones finales contengan elementos sacados de los sistemas de aquéllos, y fuertes -reminiscencias de shakerismo, hipnotismo idealismo filosófico, y otras influencias de los sistemas en boga en aquellos días. El producto final de toda esta mescolanza, no obstante, sobrepasó con mucho los límites de todos y cada uno de sus componentes; y ahora es lo que ha sido llamado «cabalmente panteísmo acósmico: eso, todo eso, y nada sino eso».

Como la señora Eddy era en el fondo una mujer pobremente instruida, sin más formación que la que ella se procuró por su cuenta, que acometió una empresa que escapaba a sus posibilidades, su libro, el famoso Science and Health, es irremediablemente confuso. Desde la primera edición hasta la última, es un cúmulo de ideas confusas. Su popularidad se debe, no poco, al hecho de que las manifestaciones confusas e interminablemente reiterativas dan la impresión, a determinada clase de lectores, de que se trata de algo profundísimo. El lector inteligente, en cambio, se percata en seguida de la rara afición que la señora Eddy sentía por las divagaciones absurdas y la insistencia machacona sobre una sola idea.

En su lucha por mantener esta sola idea, la señora Eddy tuvo que hacer frente a las graves dificultades que le presentaba un mundo casi por completo material. Pocos panteístas serían capaces de llegar al extremo que ella llegó, cuando afirmaba que si Dios es Todo, y Dios es el Bien Omnipotente, todo lo que no es Dios, no tiene, sencillamente, realidad objetiva. Y puesto que no podía negar el mal que nos rodea por doquier, en sus múltiples facetas físicas y espirituales, se vio obligada a admitir la existencia de algo que ella llamaba «la Mente Mortal», que existe, decía, en oposición a Dios y al Bien. Esta mente está saturada de error, y a él debe atribuírsele todo el mal aparente. Y si el mal es de origen mental, la razón debe expulsarlo, la Mente Divina debe silenciarlo. El que en un sistema teórico que postula la existencia de un Dios bueno y omnipotente, no haya en realidad lugar para tal cosa como la Mente Mortal errónea, lo que supone la ausencia de todo mal, es un hecho incuestionable que destruye por completo la filosofía de la «Ciencia Cristiana».

La dificultad práctica que encuentra aquí la propia «Ciencia Cristiana», radica en el hecho de que la misma señora Eddy no estaba la suficientemente saturada de «Ciencia» como para poder demostrar la inexistencia del mal, del dolor, de la desgracia y de la muerte. El hombre, en su estadio presente, está capacitado para vencer mentalmente sólo determinadas enfermedades y males; hasta el final de su carrera terrenal, permanece sujeto a «la tiranía de la Mente Mortal»; pero a la larga la humanidad podrá «demostrar» la veracidad de la idea fundamental de la señora Eddy de que Dios, la Verdad, la Salud y la Opulencia son la única y sola realidad.

Este hecho, reconocido tan de mala gana por la «Ciencia Cristiana», es el causante de que la literatura de esta secta sea tan difícil de entender por los no iniciados; de que la señora Eddy se viera atormentada durante toda su vida por un mortal temor hacia el Magnetismo Animal Malévolo; y de que un conocido doctor en filosofía, de la pasada generación, acusara a la señora Eddy de «hacer juegos de palabras», al decir que la clave de la «Ciencia Cristiana» y de la comprensión de su libro fundamental, está en el reconocimiento del hecho de que se usan idénticas palabras con dos significados diferentes: uno el de la «Ciencia», y el otro el de la «Mente Mortal».

El Dr. Snoíwden ha resumido los llamamientos populares de la «Ciencia Cristiana» bajo los siguientes epígrafes: 1.° Llamamiento a la Salud. 2.° Llamamiento al Consuelo 3.» Llamamiento al Idealismo. 4.° Llamamiento a la Rebelión Liberal. Y añade el Dr. Snowden: «Aunque la «Ciencia Cristiana» sea un sistema filosófico presuntuoso y falaz, que no goza de crédito alguno en las diferentes escuelas de pensamiento, este mismo hecho ha servido de señuelo para personas de mente superficial y poco formada. La vaguedad de sus ideas místicas; sus extrañas doctrinas; su pretensión y apariencia de ser una nueva «revelación»; su característica mescolanza de palabras y jerga particular; y especialmente sus rimbombantes, sonoros y pomposos polisílabos, entre los que podemos incluir vocablos tan extraños como «todidad» y «algunidad», y sus retumbantes y reverberantes frases, ejercen cierto poder hipnótico que fascina y atrae las mentes no dadas a examinarlo todo con atención ni a pensar con lógica, como el brillo de una luz eléctrica atrae multitud de insectos y mariposas».

LA «CIENCIA CRISTIANA» COMO RELIGIÓN

Al principio, la señora Eddy sólo se sintió interesada por el tema de las curaciones; y no fue hasta 1879 que organizó su «Iglesia». La primera edición de su libro no contenía «la Clave de las Escrituras», y la última jamás fue más allá de un breve comentario sobre los primeros capítulos del Génesis.

Sobre este particular, no podemos decir que la señora Eddy se muestre a gran altura. Cuando no puede concordar la Escritura con sus teorías, acusa a aquélla de falsedad (sobre Génesis 2:7, dice que «ha de ser una mentira»); y pretende para su libro, que está plagado de afirmaciones contradictorias, una inspiración verbal. Esto, sin embargo, queda palpablemente contradicho por las numerosas alteraciones y enmiendas que ella fue introduciendo en cada nueva edición; pese a lo cual, siempre la última edición es la única autorizada, según las propias palabras de la señora Eddy. Su pretensión de estar inspirada le hizo decir que ella era la mujer de Apocalipsis 12; que a nadie debían llamar «madre» sus discípulos en este mundo, sino a aquella que les dio el ser y a la fundadora de la «primera iglesia de Cristo, que es la dentista»; y que la invocación del Padrenuestro debía hacerse a «nuestro Padre-Madre Dios».

Como religión, la «Ciencia Cristiana» sume a los hombres en un letargo mortal al negar la realidad de todos los males que las Escrituras afirman que existen, y al guardar silencio en cuanto a la retribución reservada en el más allá para los que «niegan que Jesucristo es venido en carne» y ha dado su vida en rescate por muchos, en el vil madero.

Los Adentistas colocan el libro fundamental de la señora Eddy por encima de la Biblia, cuando, en sus cultos, el «Primer Lector» lee de Science and Health, y el «Segundo Lector» sigue con porciones de la Escritura, cuyo sólo intento es corroborar la teoría de la señora Eddy.

Poderoso aliado de los dentistas es el que se haya borrado de la mente moderna toda fe en la Escritura. Durante todo un siglo los hombres han sido enseñados a considerar la Biblia como un libro que contiene verdad y error al mismo tiempo. Pero no se dice que Cristo reconoció las Escrituras del Antiguo Testamento como plenamente inspiradas, y que en esto Sus apóstoles le siguieron, a la vez que ellos se consideraban entre sí mutuamente inspirados en sus escritos. ¿No son todos los hombres hijos de su tiempo, errando y conociendo, pero sólo en parte? ¿Y no eran el Maestro y Sus discípulos de la misma madera, aunque sobrepasaran a sus coetáneos en penetración intuitiva e inspirada en la verdad? Aún más; los esfuerzos laboriosos, concienzudos y minuciosos de la Iglesia primitiva por formular las doctrinas de la Escritura, son desechados como algo que, por muy bueno sea, «sólo fue válido para aquellos días».

Como resultado de ello, muchas doctrinas bíblicas que ofenden a la mente no regenerada son totalmente desechadas, y muchos que en las iglesias están confusos, buscando a tientas algo de autoridad y verdad, creen encontrarlas en cualquier insinuación que contenga ciertos visos de verosimilitud. Por eso hay gran audiencia para obras tan absurdas y prepósteras como Science and Health y The Book of Mormon: su lenguaje de autoridad divina encandila.

Además, en un país en el que —según dijo hace muchos años Henry van Dyke— «hay americanos que tienen en poco el estudio especializado, y sobrevaloran excesivamente la confianza en su capacidad para resolver improvisadamente problemas filosóficos y de gobierno», cualquier error en la interpretación de la verdad bíblica, sea su autor Charles Russell, Ellen G. White, Joseph Smith, hijo, «él Vidente», o Mary B. G. P. Eddy, forzosamente ha de encontrar oídos y obediencia. Con tal de que la enseñanza tenga reminiscencias de fraseología bíblica; que suene algo a las declaraciones históricas de la fe cristiana; y, sobre todo, que sea siquiera un poco tolerante y considerada con cualquier interpretación que diga tener a Cristo en alta estima, no importa qué clase de Cristo ficticio presente, con toda probabilidad encontrará gran aceptación.

Frente a todo esto, la Iglesia necesita hoy día un retorno inteligente a la verdad objetiva que presenta la Escritura, y a una visión clara del hecho de que dos interpretaciones que se excluyen, no pueden ser igualmente aceptables a Dios. El Comité de Publicaciones de la «Ciencia Cristiana» puede decir que «ellos, también, tienen a Jesucristo en alta estima; por lo que todos somos hermanos»; pero nosotros, aun con lágrimas, hemos de afirmar con el apóstol Pablo, que son enemigos de la cruz de Cristo. «Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo» (II Jn. 7).

CONCLUSIÓN

Hace treinta años, cuando fue publicada la primera edición de este libro, era normal aquello de «cree como yo te digo y nada más». Incluso en las reuniones ministeriales el bautista buscaba sentarse junto al bautista, y el presbiteriano se mantenía apartado del metodista. Pero ahora todo ha cambiado. El espíritu de tolerancia llena el ambiente. Y las sectas se han beneficiado del cambio.

Evidentemente la cortesía, la tolerancia y la amabilidad sor virtudes cristianas. Y todos lo reconocemos, aunque en parte. Este reconocimiento apostólico es válido por igual para las denominaciones y para los individuos que constituyen las denominaciones. Sin embargo, existe un gran peligro cuando esta tolerancia no es bíblica. Las Escrituras no enseñan que todos alcanzaremos el cielo. Tampoco enseñan que una «religión» que sólo se preocupa de la vida de este mundo, por muy buenos que sean los frutos que busque, sea una forma más de cristianismo.

De todas las sectas anticristianas, quizá ninguna ofrece tanta cortesía, lenguaje tan delicado, ni tiene apologistas tan considerados como el eddismo. Esto es hermoso y agradable. Sin embargo, tengan presente sus adeptos que las Escrituras que ellos honran de labios, dicen enfáticamente que «Satanás se disfraza como ángel de luz». Tomen buena nota de lo que se lee en II Corintios 11:15: «Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.» ¿Y no amonestó el mismo apóstol contra los «milagros mentirosos» satánicos?

Podemos afirmar convencidísimos, que los apóstoles no hubieran aprobado, ni la Iglesia primitiva tolerado, una «religión» que, con lenguaje velado y palabras de doble sentido, enseña que Jesús fue depositado, de resultas de una muerte aparente, en una tumba ficticia, en un cuerpo irreal, para hacer una expiación innecesaria por pecados que nunca han sido reales, y que han sido cometidos en un cuerpo imaginario; y que Él salva del mal inexistente a quienes caminan hacia un infierno imaginario, producto fantástico y falso de la «Mente Mortal» errónea.

LA BIBLIA Y LA «CIENCIA CRISTIANA»

Los ángeles «Los ángeles son pensamientos puros de Dios, cuyas alas son la verdad y el amor, sin que tenga nada que ver cuál sea su individualismo… Mis ángeles son pensamientos excelsos.»

La expiación «Un sacrificio, por grande que sea, no basta para pagar la deuda del pecado. La expiación exige una continua auto-inmolación por parte del pecador. Que la ira de Dios se ensañara en Su Hijo amado, es divinamente antinatural, y fruto de la invención humana. La expiación es un difícil problema, considerado teológicamente; pero su explicación científica es que el sufrimiento es un error de sentido pecaminoso que la Verdad destruye.»

«La eficacia de la oblación espiritual de Jesús es de un valor infinitamente mayor que el que puede expresar el significado de la sangre del hombre. La sangre material o física de Jesús no era más eficaz, para purificar del pecado, cuando fue derramada en «la vil cruz», que cuando corría por Sus venas en Su vida común en los negocios de Su Padre. Su carne y Su sangre verdaderos eran Su Vida; y comen verdaderamente Su carne y beben verdaderamente Su sangre quienes participan de esta Vida divina.»

La muerte «Lo que a los sentidos aparece como muerte, no es sino una ilusión mortal; pues para el verdadero hombre y el verdadero universo no existe proceso de muerte.»

«La muerte es una ilusión, el engaño de la vida material; algo irreal y engañoso.»

«Los discípulos creían que Jesús estaba muerto mientras yacía en el sepulcro, siendo así que estaba vivo, demostrando en la angosta tumba el poder del Espíritu para vencer el sentido material mortal.»

El diablo «La Ciencia Cristiana nos enseña que «el diablo», o el malo, es un nombre más que se le da a la mentira por antonomasia y a todos los mentirosos.»

«El diablo, que es el mal, la mentira y el error, no posee cuerpo ni mente.»

El mal «Si Dios, o el bien, es real, entonces el mal, lo contrario a Dios, es irreal: no existe.»

«Todo pecado no es sino insania en diferentes grados.» «El hombre es incapaz de pecar, sufrir enfermedad, y morir.»

La caída del hombre «Si el hombre fue alguna vez perfecto, y ahora ha perdido su perfección, entonces los mortales nunca han contemplado en el hombre el reflejo de la imagen de Dios. La imagen que se perdió ya no es imagen. La verdadera semejanza es indestructible en lo que refleja a Dios [esto es, el hombre]. Sabiendo esto, Jesús dijo: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto».»

Dios «Dios es Todo-en-Todos.»

«Dios es incorpórea, divina, suprema, infinita Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor.»

«La Vida, la Verdad y el Amor constituyen la Persona trina llamada Dios, esto es, el Principio divino triple: el Amor (…) el mismo en esencia, aunque multiforme en oficio; Dios el Padre-Madre; Cristo la idea espiritual de filiación; el Consolador santo o la Ciencia divina.»

«La teoría de tres personas en un solo Dios (o sea, una Trinidad personal o Tri-unidad) sugiere el politeísmo más que el omnipresente Yo Soy.»

La inspiración de la Escritura «La Biblia ha sido mi única autoridad. No he tenido otra guía en «el camino recto y estrecho» de la Verdad.»

«Lo que Dios añade a Su creación, en Génesis 2:7, ¿es una adición real o irreal? ¿Se trata de algo cierto o, por el contrario, es una mentira que concierne a Dios y al hombre? Ha de ser una mentira, pues Dios, a continuación, maldice la tierra.

Jesucristo «Dios es indivisible. Una parte de Dios no cabe en el hombre, ni Su plenitud podría ser reflejada por un solo ser humano; de lo contrario, Dios sería manifiestamente finito, perdería el carácter deífico, y sería cualquier cosa menos Dios.»

«Jesús es el hombre humano, y Cristo la idea divina; de aquí la dualidad de Jesús el Cristo o Jesucristo.»

«El Cristo moraba eternamente como idea en el seno de Dios (Principio divino del hombre Jesús), y la mujer captó esta idea espiritual, aunque al principio se manifestase vagamente desarrollada.»

«Cristo, la Verdad, fue demostrado por medio de Jesús para probar el poder del Espíritu sobre la carne (…) Jesús representaba a Cristo, la verdadera idea de Dios.»

«La Virgen-madre concibió esta idea de Dios, y dio a su ideal el nombre de Jesús.»

«Jesús fue el fruto de la comunión consciente de María con Dios.»

«Él fue concebido por María de modo espiritual, porque sólo la pureza puede reflejar la Verdad y el Amor.»

«Jesús llevó nuestros pecados en su cuerpo. Él conoció los errores mortales que constituyen el cuerpo material, y pudo destruir dichos errores; pero cuando Jesús sufrió nuestras enfermedades, aún no había conquistado todo cuanto tenía que saber de la carne o sentido material de la vida, ni había resucitado como demostración inapelable del poder espiritual.»

«Nuestro Maestro hizo una demostración plena y concluyente de Ciencia Divina en Su victoria sobre la muerte y la tumba (…) Los persecutores fracasaron al tratar de sepultar la Verdad y el Amor inmortales en un sepulcro.»

La justificación por la fe «La liberación final del error, de la que disfrutaremos en la inmortalidad, en la libertad infinita, en la existencia sin pecado, no se alcanza por un camino de rosas ni por descansar una fe sin obras en el esfuerzo vicario de un tercero.»

33 El matrimonio «Hasta que los tiempos entren en sazón, el crecimiento de la humanidad, el matrimonio y la procreación continuarán sin ser prohibidos por la Ciencia Cristiana.»

«Hasta que la creación espiritual sea discernida y la unión de hombre y mujer se entienda en su sentido anímico, el rito del matrimonio debe permanecer.»

«Mientras que el mundo no aprenda que la generación no descansa sobre una base sexual, el matrimonio debe seguir existiendo.»

«Hasta que todos aprendan que Dios es el Padre de todo, el matrimonio continuará.»

La oración «Anhelar es orar. Tal deseo no necesita de expresiones audibles. La mejor expresión de la oración está en el pensamiento y en la vida.»

«¿Hemos de pedir al Principio divino de toda bondad que haga Su propia obra? Su obra ya está hecha.»

«Dios, en modo alguno es influido por el hombre.»

«La mera costumbre de tratar con la mente divina como se trata con un ser humano, perpetúa la creencia en un Dios humanamente circunscrito, error que impide el crecimiento espiritual.»

«A continuación expondré lo que yo entiendo es el sentido espiritual del Padrenuestro, Padre nuestro que estás en los cielos, Nuestro Padre-Madre Dios, lleno de armonía, Santificado sea tu nombre. El adorable.

Venga tu reino.

Tu reino ya es venido; Tú eres eternamente presente.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Capacítanos para conocer —cómo en el cielo, así en la tierra— que Dios es omnipotente, supremo.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Danos gracia para hoy; alimenta nuestros hambrientos afectos.

Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.

Y el Amor se refleja en el amor.

Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

Y no nos meta Dios en tentación, sino libérenos del pecado, de la enfermedad, y de la muerte.

Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.

Porque Dios es infinito, omnipotente, toda vida, Verdad, Amor, sobre todas las cosas, y Todo.

Los sacramentos «Nuestro bautismo es una purificación de todo error.» «El bautismo es purificación por Espíritu, inmersión en Espíritu.» [Nótese que el bautismo no es un signo ni un sello; el bautismo en sí mismo es superespiritualizado. V. B.], «El verdadero sentido se pierde espiritualmente, si el sacramento se confina al uso de pan y vino (…) Jesús oró; se inhibió de las sensaciones materiales, para reanimar su corazón con una visión espiritual más amplia y esplendorosa (…) y esta cena clausuró para siempre el ritualismo de Jesús o Sus concesiones a la materia. Sus discípulos participaron del maná celestial, que en la antigüedad había alimentado en el desierto a los seguidores de la Verdad, que eran perseguidos.

El pan de éstos ciertamente bajó del cielo. Era la gran verdad del ser espiritual, que sanaba la enfermedad y acababa con el error (…) ellos llevaron este pan de casa en casa, partiéndolo (es decir, explicándoselo a otros), y ahora les confortaba a ellos mismos.

«Por esta verdad del ser espiritual, su Maestro, de grado, sufrió la violencia y apuró hasta las heces la copa de la aflicción (…) Cristianos, ¿bebéis vosotros también su copa? ¿Sois participantes de la sangre del Nuevo Pacto, de las persecuciones que lleva consigo un nuevo y más sublime conocimiento de Dios? Si no es así, ¿cómo podéis decir que habéis hecho memoria de Jesús en Su copa? Todos los que comen el pan y beben el vino en memoria de Jesús, ¿están realmente dispuestos a beber Su copa, a tomar Su cruz, a dejarlo todo por ese Cristo-principio? Entonces, ¿por qué adscribir la inspiración de esta disposición a un rito muerto, sin vida…?

«¡Qué gran contraste entre la última cena de nuestro Señor y su último desayuno espiritual con sus discípulos, en aquel radiante amanecer a orillas del mar de Galilea, donde con gran gozo se juntaron!…

«Esta reunión espiritual con nuestro Señor en el alba de una nueva luz, es la comida matutina que los Cientistas Cristianos conmemoran. Ellos se postran ante Cristo, la Verdad, para recibir más y más de Su reaparición, y tener comunión silenciosa con el divino Principio, el Amor. Ellos celebran la victoria de su Señor sobre la muerte (…) y Su ascensión espiritual sobre la materia, o carne, al resucitar y liberarse de toda ligadura material.»

PREGUNTAS PARA ESTUDIO

  1. ¿Es la «Ciencia Cristiana» uno de los más profundos sustitutos del cristianismo, o, por el contrario, es de los más superficiales?
  2. ¿Es posible ser al mismo tiempo dentista inteligente y cristiano inteligente?
  3. ¿Cuál es la gran inconsistencia del eddismo?
  4. ¿Cómo explicaría usted la gran popularidad de la señora Eddy?
  5. Mencione algunas doctrinas cristianas esenciales, y muestre cómo la «Ciencia Cristiana» las niega y las pervierte.
  6. ¿Es la «Ciencia Cristiana» sólo anticristiana, o es también anticientífica? ¿Prefiere usted un «practicante» de la «Ciencia Cristiana» a un médico?
  7. ¿Cuál es el «grano de verdad que hay en el almud de la «Ciencia Cristiana»»?

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eb34 ¿Hay aceite en tu lámpara? La iniciativa de uno
(por David Cox) este folleto es un excelente sermón sobre la parábola de Jesús con la pregunta, ¿Tú eres como las vírgenes que eran preparadas para el regreso del Señor? o ¿eres como las que no toman en serio la venida de Jesucristo? Descarga: eb34 ¿Hay aceite en tu lámpara?.